Altares que nutren la vida cotidiana
- Georgina Schravesande Gutierrez
- 25 jul
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 12 ago
Crear un altar es, para mí, una forma de volver al centro. Es una práctica sencilla, hermosa y poderosa que me ayuda a recordar lo que es sagrado en mi día a día. No tiene que ser algo complicado ni “místico” —puede ser tan simple como poner una vela en la mesa o un cuenco con flores frescas en el jardín. A lo largo del tiempo he ido creando distintos tipos de altares según el espacio y el momento que estoy viviendo. Hoy quiero compartir contigo algunas ideas para que tú también puedas crear los tuyos, con lo que tengas a mano y con el corazón abierto.

Altar básico para la práctica diaria
Este es el altar que me acompaña cada día. Un espacio pequeño que me sirve para volver a mí, para colocar mis intenciones, para agradecer, o simplemente para sentarme a respirar profundo. Me gusta que represente los cuatro elementos y las cuatro direcciones, como un mapa para orientarme internamente. Y también suelo tener cerca algunas herramientas que me ayudan a cuidar mi energía.
Elementos sugeridos:
Norte (Tierra): una piedra, una semilla, o algo que venga directamente del suelo
Sur (Fuego): una vela o algo que te recuerde tu fuego interno
Este (Aire): una pluma, una ramita de hierba aromática, algo ligero
Oeste (Agua): un pequeño cuenco con agua o una concha
Un incienso o sahumerio que te guste, para limpiar el espacio y abrir el momento
Un mazo de cartas de oráculo o afirmaciones
Un cuaderno donde puedas escribir lo que vas sintiendo o recibiendo
Un frasquito con aceite corporal que hayas preparado tú misma
Un atomizador con un hidrosol o agua de planta (yo suelo tener uno de lavanda, rosas o salvia)
Este altar es como una extensión de mi respiración: algo que no está para verse bonito, sino para acompañarme.
Altar en el jardín o huerto
En el huerto, el altar ya está hecho. Basta con mirar cómo brota una hoja nueva o cómo las abejas visitan las flores. Aun así, me gusta dedicar un pequeño rincón para honrar esa relación viva con la Tierra. No tiene que estar marcado de forma permanente; puede ir cambiando con las estaciones, con tus cosechas, con tu ánimo.
Elementos sugeridos:
Piedras o ramas que delimiten el espacio
Una planta sembrada en una maceta o directamente en el suelo
Un plato para colocar y recibir ofrendas (fruta, semillas, hojas secas…)
Un bowl o pequeña pila con agua para ofrendar o simplemente para reflejar el cielo
Algún objeto que te conecte con la energía de la Tierra, como una figura de barro o una concha
Altar en la cocina
Para mí, la cocina ya es un altar en movimiento. Aquí se transforma la energía de la Tierra en alimento, se cuida a la familia, se ofrenda a diario sin darnos cuenta. No necesito montar nada especial: simplemente tengo algunos elementos que siempre están presentes en la mesa o en la barra, que me recuerdan que todo lo que hago ahí también es sagrado.
Elementos sugeridos:
Un florero con flores frescas
Una vela o velita de aceite que puedo encender cuando cocino o durante la cena
Un salero (mejor si es una sal herbal que preparé yo misma), un frasco de aceite y otro de vinagre (me encanta infusionarlos con hierbas de mi huerto)
Una tabla de madera o un mantel bonito que dé calidez al espacio
Un frutero o cuenco con algo vivo (limones, hierbas, fruta de temporada)
Altar de muertos
Honrar a quienes ya no están es parte de vivir en conexión con la vida. Para mí, tener un pequeño altar de muertos en casa es una forma de sentir su presencia cerca. Puede ser algo sencillo que está siempre ahí, con una foto, una vela y una flor. O puede crecer, como lo hacemos en México en noviembre, y convertirse en una ofrenda abundante y llena de símbolos.
Elementos sugeridos:
Fotografías o nombres de tus seres queridos
Velas o veladoras
Un vaso con agua y flores frescas
Alimentos que les gustaban (pan, frutas, dulces, café…)
Flores de temporada, especialmente cempasúchil si es otoño
Algún objeto que los represente o que te conecte con su memoria
Los altares no son algo ajeno a nuestra vida cotidiana. Están ahí cuando cocinas con amor, cuando recoges flores en el huerto, cuando enciendes una vela para pausar. No tienen que verse de cierta manera ni seguir una fórmula exacta. Lo único importante es que tengan sentido para ti. Que te inviten a volver a ti misma, a agradecer, a abrir espacio para lo sagrado en medio de lo cotidiano.
Ojalá estas ideas te inspiren a crear tus propios espacios vivos. Pequeños gestos que nutren el alma y nos reconectan con la Tierra, una ofrenda a la vez. Si quieres seguir explorando cómo usar las plantas en tu día a día, te invito a descargar mi ebook “Herbolaria y remedios”. Está lleno de recetas sencillas, consejos prácticos y formas de cuidar tu cuerpo con ingredientes que puedes cultivar o encontrar fácilmente. Es un buen complemento para profundizar en esta forma de vivir más conectada con la Tierra, en tu vida cotidiana.
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